12.13.2009

Proveedor.

Si el Estado español fuese uno de mis proveedores de servicios hubiese prescindido de él desde hace mucho tiempo.

Por informal, por inepto, por marrullero.

El creciente interés por el independentismo se propicia en Catalunya desde Madrid a base de trato feudal, de incumplimientos, de ineficacia y de constantes trabas, trampitas y zancadillas.

Durante años usé el malhadado puente aéreo de Iberia para trasladarme con celeridad a la capital por asuntos generalmente profesionales. Los usuarios catalanes del servicio –todos los usuarios catalanes del servicio- éramos conscientes del abuso de situación privilegiada de la compañía. El precio era a todas luces exagerado pero no nos quedaba más remedio que pasar por ese aro impuesto desde el centro. En mi caso llegué a ir a Madrid en coche para evitar el funesto puente. La duración del trayecto era prácticamente la misma desde la puerta de mi domicilio hasta el despacho del cliente que iba a visitar. Entre el taxi al aeropuerto, las colas, las esperas, la seguridad, el vuelo, las incidencias, la salida de Barajas y el trayecto hasta el centro la cosa rondaba siempre las seis horitas.

Cuando el primer AVE vió la luz en el trayecto Madrid-Sevilla atisbamos alguna esperanza a corto plazo pero no fue así. Nasti de plasti como diría un castizo. Contra cualquier lógica la gestación del tren de alta velocidad Madrid-Barcelona fue lenta, tortuosa y complicada hasta la exasperación. Otro rayo de luz iba a ser la liberación del arcaico “air shuttle” pero el supuesto adelanto no se tradujo en mejor servicio, en más oferta ni en ahorro. Es fácil suponer que los patrones de las compañías en liza zanjaron el asunto en un par de cenas evitándose así el precio de la competencia.

Correos sigue siendo un desastre, RENFE otro tanto y de la justicia mejor no hablar. Lo que nos sirve ese proveedor, lejos de intentar emular los países de nuestro entorno europeo, parece mirarse en las balbuceantes administraciones de muchos estados africanos.

Entre una y otra cosas se ha ido llegando al hartazgo en un país –me refiero a Catalunya- en el que no acostumbramos a vibrar por “la roja” ni nos emociona hasta las lágrimas el himno estatal.

El editorial conjunto de doce diarios catalanes acerca del veredicto del Estatut ha levantado en otros ámbitos de la península una oleada de protestas, insultos y amenazas, eludiendo en todos los casos la esencia de la cuestión: la muy deficiente calidad de las prestaciones de unas administraciones que tienen su razón de existir en el servicio –el buen servicio- al ciudadano.

“Cuídame y te cuidaré” dice un refrán inequívocamente castellano y mesetario.

Si tanto les importa nuestro afecto que cuiden la calidad de lo que por ley deben servir. Si el proveedor no quiere que le echen que se preocupe por mejorar el servicio, el trato e incluso las formas.

Que no nos tomen el pelo ni nos enreden ni racaneen a la hora de cumplir con lo acordado. Que cumplan en tiempo y forma. Que dejen de practicar el separatismo centrífugo –el que tiende a apartar la periferia-.

Pensemos por otro lado que en cuestiones de amor, de amistades, de convivencia e incluso de negocios dos partes no permanecen juntas si una no lo desea.

Si Catalunya no vibra por lo español que no se intente obligarnos. No vamos contra nadie, vamos a favor de lo nuestro. Somos conscientes como pocos de nuestra imperfección, de nuestras carencias y de lo que nos queda por recorrer. No somos mejores. Somos nosotros y queremos que se nos permita vivirlo y asumirlo.

Una parte del binomio le está diciendo a la otra que se ha roto el amor aunque no así la amistad. Es tan difícil de entender ?


Pierre Roca

12.08.2009

Oxígen.

Quan em falta l’aire, quan necessito estímuls del món exterior o quan la grisor ambient m’ofega em compro “L’Express” o “Le Point” o “Le Nouvel Observateur”.

La combinació perfecte és comprar la revista, fullejar-la, dinar bé i un cop a casa llegir-la sense presses.

La seqüència habitual és la següent:

Després d’un matí de converses per telèfon, de rebre i d’enviar correus i de fer alguna gestió personal reservo taula a “El Suquet de l’Almirall”, a la Barceloneta.

Cap al migdia compro la revista, sec a un banc públic per fullejar-la i al voltant de les dues em poso a taula al meu restaurant preferit.

No miro la carta. Demano un arròs –el que ells vulguin- i uns entreteniments previs que també escullen els protagonistes de l’establiment.

A “El Suquet” el capítol dels entreteniments el cuiden especialment.

Res de tapes tronades, olioses o antiquades. Cada platet és un prodigi de sensibilitat, d’ofici, de tradició posada al dia, de creativitat mesurada. De respecte i d’afecte pel client.

A voltes es tracta de productes humils tractats amb naturalitat i amb una saviesa extraordinaria que els ennobleix.

En d’altres ocasions són racions mínimes de peixos o mariscs o d’alguna verdura de temporada, passats pel foc el temps indispensable –menys és més, no ho oblidin- i servits en format d’aperitiu amb l’elegància espontània de les cases bones, sense artificis inútils ni gests amanerats.

Cada platet és nou i sorprenent i contribueix a accentuar la complicitat entre la casa i el client que constitueix una de les especialitats del restaurant. Bon gust i intel.ligència afalagades, comoditat absoluta, professionalitat tan fresca com els productes.

Després l’arròs. El d’avui melós i coronat per dos escamarlans de bona mida cuits al seu punt, a anys-llum d’aquelles bèsties mineralitzades que trobem sovint a les paelles de molts restaurants de carta pretenciosa.

He begut un priorat dels que van creixent i manifestant la personalitat a mida que es beuen i que s’assimilen. Olors profunds de la terra.

Moto i a casa. L’ordinador m’esperava amb uns quants correus que he contestat abans de instal.lar-me a un sofá i llegir “Le Point” com qui fuma un Montecristo o un Cohiba, agraïnt a la vida moments com aquests que vertebren la successió de dies, d’esdeveniments, de bones i de menys bones notícies.

A partir d’aquesta suma de petits aconteixements les percepcions han estat bones, alegres i amb un prometedor aroma de futur.

Idees noves, nous horitzons, engrunes de coneixement i la cálida sensació d’estimar el que m’envolta i de ser estimat. Gent, entorn, tarannà, dades i vibracions. Privilegis.

No em puc queixar. Segur.


Pierre Roca

12.02.2009

Melanie.

He tardado cuarenta años en reencontrar a Melanie Safka.

La cantante Melanie –más tarde conocí su apellido presumiblemente judío- me fascinó cuando yo iba por los veinte años y escuchaba las emisoras de radio francesas debido a mi formación francófona.

“Europe 1”, “France Inter”, “Radio Montecarlo” y “Radio Luxembourg” competían entre sí con programas musicales dedicados a la juventud, liderados por el emblemático “Salut les copains” creado por Daniel Filipacchi, un tipo listo que a lo largo de la vida ha tenido el olfato necesario para sintonizar con las tendencias al uso, convirtiéndose en uno de los principales editores de revistas de Francia.

Era también la época de las llamadas emisoras pirata, instaladas a bordo de cargueros que permanecían en el límite de las aguas jurisdiccionales, que en aquel tiempo estaba situado a tres millas marinas de las costas. La connotación de clandestinidad y de actuar al margen de las leyes les otorgaba un aire aventurero que subyugaba a los adolescentes de la época, entre los cuales me contaba. La más conocida de esas emisoras fue “Caroline”, pronunciado en inglés. “Caroline” y el resto de emisoras pirata, todas ellas surcando el Atlántico norte, difundían la música más rompedora, lo último de lo último, todo ello con un estilo absolutamente alejado de la corrección de las emisoras continentales. Distintas leyes y sobre todo la ampliación a doscientas millas de la soberanía de los estados sobre la franja marítima acabó con aquellos estimulantes atisbos de libertad radiofónica y nos situó de nuevo ante una realidad no siempre comprensible y desde luego menos divertida.

Uno de los locutores estrella de “Caroline” se hacía llamar “Le président Rosko, le plus grand, le plus beau.” Se trataba de Michael Pasternak, hijo del productor de cine americano de origen húngaro Joe Pasternak y cuyo alias anglosajón era “Emperor Rosko”.

A todo esto “Bobo’s party”, el primer éxito de la señora Safka empezó a sonar y a gustarme mucho. La voz de Melanie, la sugerente melodía y el refrán me llevaban a imaginar mundos oníricos entre el movimiento hippie y la sicodelia, entre California y la “beat generation” y el “Living Theater” y otras imágenes de libertad que llegaban a Europa proponiendo mundos mejores aunque a menudo la sombra alargada de las drogas distorsionaba el mensaje.

Mi actividad profesional me ha permitido posteriormente conocer músicos, cantantes, agentes, productores musicales, promotores y managers de todo pelaje. Siempre les he hablado de Melanie Safka y siempre he recibido respuestas negativas, de absoluto desconocimiento del personaje. Llegué a pensar que había imaginado lo oído, el obsesivo refrán de “Bobo’s party” e incluso el nombre de Melanie Safka. Que todo había sido una ensoñación.

Hasta hoy.

Hasta este viernes seis de noviembre de dos mil nueve en el que un comentarista musical de Radio Nacional de España la ha mencionado y ha mencionado el título de mi canción preferida y he tecleado una vez más “Melanie Safka” en la página del señor Google –el tipo más sabio del universo- y esta vez ha funcionado. Entradas, página oficial, fotos, giras –la cantante sigue vigente- y comentarios acerca de “Bobo’s party” “canción que la hizo popular en Francia” según afirma el redactor de la Wikipedia.

Me acuesto feliz, tarareando “Bobo’s Party” y habiendo cerrado un capítulo que llevaba abierto demasiados años. Sólo me falta ahora hacerme con la canción.

Buenas noches señora Safka.

Pierre Roca