4.29.2009

LOFT.


En nuestro idioma, el equivalente de la palabra “loft” sería planta industrial o quizá local industrial, aunque esta segunda definición diluye ligeramente el concepto genuino de la expresión.

 Los “lofts” –las plantas industriales- se entienden habitualmente cómo pisos de uso industrial, carentes de divisiones interiores convencionales –paredes- y habitualmente dotados de amplios ventanales que aseguran ventilación e iluminación. Lo habitual es que se encuentren, cómo es lógico, en edificios de uso industrial situados en zonas que a su vez se distinguen por ese uso específico.

En Barcelona, en el barrio de Poblenou y en la década de los ochenta, abundaban los edificios de plantas industriales. La zona ya sufría el paulatino cambio de usos, la industria pesada lo había abandonado una década antes y las grandes agencias de transportes eran obligadas a trasladar su actividad a la periferia de la urbe,  a las llamadas “ZAL” o Zona de Actividad Logística.

Muchas empresas de pequeña dimensión cuyas sedes eran plantas industriales y cuyos clientes, otras empresas industriales de mayor tamaño, se habían alejado, dejaban el barrio para instalarse en los polígonos industriales que proliferaban, acercándose de ese modo a sus propios clientes y a los grandes centros de transporte.

A todo esto, el cine americano llevaba décadas mostrándonos atractivas viviendas improvisadas en espacios industriales de distintas zonas de Nueva York, Chicago, Seattle y otros núcleos urbanos.

Un número creciente de profesionales de la comunicación, de creadores, diseñadores, arquitectos y artistas de todo pelaje apreciábamos esa forma de vivir e intentábamos hacer lo propio en esta ciudad nuestra.

Descubrí unos cuantos edificios industriales vacíos en Poblenou e insinué a algunos promotores inmobiliarios que había tenido la oportunidad de conocer el negocio que ello representaba, poniendo cómo ejemplo lo que veíamos en las pantallas.

En todos los casos me encontré con sonrisas de conmiseración y una frase recurrente: “Pero Pierre, quien puede interesarse por pisos sin tabiques ?”

Reconozco que mi escasa predisposición para negociar con los bancos y mis otras ocupaciones impidieron que me involucrase personalmente en el negocio.

Algunos años más tarde los mismos promotores inmobiliarios, o al menos una parte de ellos, descubrieron la sopa de ajo, rescataron la palabra “loft” que yo mismo les había enseñado y en un alarde de ingenio inventaron su propia fórmula de rehabilitación de construcciones de uso industrial para convertirlas en viviendas puras y duras, saltándose a la torera las ordenanzas y pervirtiendo además el concepto de “loft” –que no deja de ser un espacio de trabajo en el que se vive-. Para completar el capítulo de desaguisados subdividieron los espacios hasta lo infinitesimal, los embellecieron y decoraron –palabrejas que erizan el vello- y se permitieron incluso bajar los techos para dar así cabida a otra planta sin por ello variar el volumen exterior del edificio.

Lo expuesto derivó en la enérgica actuación de la Administración, que sancionó a diestro y siniestro, paralizó obras, precintó inmuebles terminados y puso en el brete de paso a no pocos compradores de maravillas que les habían endosado los magos del inmueble.

El paso siguiente podía haber sido la redacción de una normativa clara que propiciase el nuevo uso de las numerosas plantas industriales desocupadas, pero las cosas no fueron así. Se burocratizaron los procedimientos, se eternizó el proceso, se derribaron edificios y se siguieron cometiendo errores irreversibles por el hecho mismo de la desaparición de los inmuebles en los que se hubiese podido actuar.

La realidad tiene ahora mismo dos vertientes. Por un lado se ha malbaratado  el término “loft”, que ahora puede denominar incluso un espacio de 30 m2. en cualquier construcción convencional. A la palabra se le ha otorgado por añadidura una connotación lujosa que está justo en las antípodas de lo que se pretende.

La otra vertiente es afortunadamente más luminosa y la recomiendo sin ambages en forma de receta de cocina:

Alquile una planta industrial, dejando claro con la propiedad que además de trabajar en ella la usará cómo vivienda. No pretenda desde luego que el contrato refleje que vivirá en ese lugar: sería ilegal.

Haga habitable el espacio usando sistemas, tecnologías y materiales industriales. Procure hacerlo usted mismo. Con todo ello ahorrará importantes cantidades de dinero.

Contrate el suministro de agua, electricidad y gas para su actividad profesional. No diga nunca que vivirá en la planta que acaba de alquilar: le exigirían la famosa cédula de habitabilidad y al carecer de ella le negarían los suministros.

Prescinda del albañil. Utilice la madera y cualquier otro material pero sobre todo el ingenio y la creatividad. Visite Ikea, ferreterías y almacenes de útiles para la construcción. Seguro que descubre soluciones y procedimientos estimulantes que no requieren de especiales habilidades para su implantación.

Instálese aunque no esté todo terminado. De ese modo vivirá la casa y sabrá qué necesita y de qué puede prescindir.

Inaugúrela con sus amistades y disfrute de un espacio distinto, amplio, nuevo y absolutamente decidido por usted y en una zona inusual. ¿ Qué mayor lujo se puede esperar ?

Pierre Roca