9.04.2010

Elegancia


Se sigue vinculando a menudo la elegancia al lujo, a lo exclusivo o a lo caro, cuando ninguna de esas circunstancias es necesariamente elegante.

Ese tipo de elegancia que tan solo supone pasar por caja se manifiesta especialmente en los momentos de bonanza económica. Determinados grupos industriales crean marcas que posicionan en el segmento de los precios disparatados a golpe de campañas de comunicación que a menudo rozan el esperpento y casi siempre el ridículo. Se vende ante todo la presencia visible y ostentosa del logotipo en las prendas, bolsos de mano, gafas, relojes o cualquier otro adminículo de escasa calidad, fabricado generalmente en países del tercer mundo y publicitado mediante la presencia remunerada de estrellas del cine y de otros personajes que frecuentan las páginas de papel couché. Couché, curiosamente, significa acostado o echado...

Quien no se distingue más que por una fortuna conseguida a la velocidad del rayo tiende a difundir la buena nueva de su potencial económico moviéndose en lugares flagrantes, a bordo de vehículos que no lo son menos y vestido con ropa de marcas cuyo logotipo puede verse a varios metros. Es el llamado “bling bling”.

La elegancia es cuestión de actitud y de generaciones, no de circunstancias fortuitas o sobrevenidas. He conocido gente humilde de impresionante elegancia innata e innumerables representantes del dinero fácil, del famoseo o de las profesiones consideradas en la cresta de la ola que por mucho que inviertan fortunas en marcas supuestamente exclusivas no consiguen ser ni parecer elegantes.

La familia y en consecuencia el origen, la educación de base –que no la enseñanza- transmitida desde el momento del nacimiento, el criterio –hijo de lo anterior-, la cultura que se adquiere sin solución de continuidad y el permanente replanteamiento del papel de cada uno de nosotros en la sociedad son ingredientes fundamentales sin los cuales cualquier propósito de elegancia no va más allá de la pretensión fugaz.

Añádase a lo escrito el respeto ilimitado por cuanto nos rodea -personas, entorno, patrimonio- y la voluntad de servir de uno u otro modo al colectivo sin por ello hacer alarde de conocimientos, capacidades o poder. Sin por ello humillar, sin por ello querer destacar o sobresalir a costa de los demás. Todo eso, por curioso que les parezca, es lo esencial de la elegancia.

Las prendas de cashmere, el estilo y lo intangible que transmite la gente elegante llegan a partir de lo que les acabo de describir en forma de saber estar, de actuar y de relacionarse. El destilado resultante se convierte en personalidad y de ahí, de toda esa mezcla compleja, variable y difícilmente descriptible y de sus innumerables matices se llega a la leve pero significativa diferencia que sitúa a cada uno en su lugar.

Una dama incuestionablemente elegante afirmaba hace poco que es necesario hablar ligeramente de las cuestiones graves y gravemente de lo ligero. Hondura y levedad.

Elegancia. Sin más.


Pierre Roca

1 comentari:

Anònim ha dit...

Coco Chanel decia saber distinguir entre dos mujeres desnudas cual es elegante...la elegancia es actitud !
nada que ver con el dinero:un poco como tu y yo, elegantes sin necesidad de dinero !
Pancho