4.28.2011

Actores.

Por la misma razón por la que los actores no son buenos futbolistas, los futbolistas suelen ser pésimos actores, mal le pese a la opinión general.

Cuando el futbolista interpreta pone en evidencia su carencia de recursos en lo que al “acting” se refiere. Simulan caídas e insoportables dolores cuando el supuesto responsable o agresor ni les ha tocado, exageran las muecas de sufrimiento y esperan la decisión arbitral mirando por el rabillo del ojo para dejar de lamentarse al punto o para, al contrario, insistir en los estertores y en otras muestras de sufrimiento durante unos segundos más.

Las llamadas "repeticiones de la jugada" televisivas son de gran utilidad y nos permiten ver que a menudo el contrario le toca un brazo al aprendiz de actor y éste se coge la pierna, escenificando un dolor insufrible y revolcándose por el césped en actitud preagónica.

Por suerte el fútbol se juega sobre hierba. Si el juego tuviese lugar sobre cemento las caídas con trasfondo interpretativo no proliferarían como sobre las mullidas y bien cuidadas plantaciones. Para no hacerse daño, claro.

Lo cierto es que el balompié profesional es un espectáculo cuyos intérpretes, los futbolistas, deben estar en excelente forma física y seguir entrenamientos diarios. La parte teatral es un ingrediente añadido que sirve para que las aficiones rujan a favor o en contra, para que la llamada prensa deportiva llene páginas y páginas encabezándolas con titulares que ocupan media hoja –a mayor tamaño de letra, menos texto- y para que las radios y las televisiones convoquen tertulias, susciten debates y llenen horas de programación por un coste irrisorio y enmarcadas con rentables espacios publicitarios.

Los entrenadores enseñan a jugar, diseñan estrategias, inciden en las características físicas -e incluso psíquicas- del grupo y en su composición pero son un pésimo ejemplo en lo referente a la teatralidad.

Pongamos a modo de ejemplo dos personajes diametralmente distintos y opuestos. Por una parte el señor Mourinho, controvertido entrenador del Real Madrid cuya remuneración supera la de muchas estrellas de Hollywood y por otra parte el señor Guardiola, Pep para los amigos, entrenador, imagen viva y líder del Barcelona.

La técnica interpretativa de Mourinho se me antoja burda, grotesca y esperpéntica. Lo suyo es la exageración, las muecas, la actitud pusilánime, los pucheros y los enfados expresados sin matiz alguno. Un actor pésimo que no tendría cabida en la peor “troupe” de aficionados.

La técnica del señor Guardiola es otra cosa. También interpreta pero lo hace en clave de contención, ahorrándose gesticulaciones y manteniendo un tono de voz sobrio que incide en los matices para dar a entender uno u otro sentimiento. Recurre a la ironía, aparca cuidadosamente la sal gorda, exterioriza su infinito respeto por el contrario y elude con habilidosos quiebros de cintura el enfrentamiento excepto en contadas, muy contadas, ocasiones.

Para decirlo con un par de ejemplos gráficos, el señor Mourinho podría ser un charlatán de los que venden tres cuchillos al precio de uno en cualquier mercadillo del extrarradio mientras que su oponente catalán se desenvolvería con soltura en el consejo de administración de “la Caixa”. Repito que no son más que ejemplos...

Si alguno de mis lectores es profesor/a de arte dramático quizá atisbe alguna oportunidad de negocio en lo que acaba de leer. Espero que me lo cuenten.


Pierre Roca

4.25.2011

Votar.

Votaria si trobés una opció –un polític o un partit- patriota.

Ja sé que tots s’ho diuen. Que tots diuen ser més aferrissadament patriotes que la competència. Cap no ho és realment.

Amb una insistència tossuda i perseverant incompleixen sistemàticament les promeses fetes durant la campanya o emprenen llargues i tortuoses el·lipsis per arribar-hi. Tan llargues i tan tortuoses que acaben desvirtuant l’objectiu.

Les nombroses variants i modalitats del comunisme s’emproven un any rere l’altre vestits nous que els facin ser diferents, més assumibles pels ciutadans i més fàcils d’entendre i de ser acceptats. Tiren d’utopies i es situen voluntàriament en un terreny allunyat de la realitat des d’on poden observar amb displicència el país. El que passa cada dia no sembla preocupar-los gaire. O no a curt termini.

El partit socialista és dels que d’una forma més evident ha optat pels giravolts i per les etapes que allarguen i endarrereixen la consecució dels objectius. Els acords per no perdre parcel·les de poder, les concessions, els terminis infinits i una certa prepotència, a més de dificultats evidents per explicar i fer-se entendre. Més preocupats per l’aparell, pel nombre d’escons, per la influència i pel poder en sí mateix que per l'Estat, l'Autonomia, el poble o la ciutat. Bastant més.

La trista, llastimosa, patètica i detestable dreta que patim guanya de llarg als altres actors de la política. Asseguren posseir la clau de volta de totes les solucions però la guarden acuradament mentre fan sorprenents campanyes de descrèdit de l’Estat davant les institucions internacionals. Una ben curiosa forma d’entendre el patriotisme. La dreta és a més inventora, titular i mestre de la pitjor forma de fer política, limitant-se a la crítica sistemàtica de qualsevol fet, discurs o intenció de l’oponent, sigui el que sigui. Sovint la crítica d’un dia contradiu postulats o asseveracions de dues setmanes abans però és igual. La dreta és barroera i no mira prim. Es carrega el que sigui, enfonsa, mossega la ma que l’alimenta, enganya i expressa, això si, un amor per la pàtria que no apareix per enlloc.

Les opcions independentistes no necessiten qui les enfonsi. Ho fan elles soletes sense ajuts, decebent seguidors, carregant-se il·lusions i mostrant-se finalment com la resta, a la caça de l’escó, del càrrec o de l’acord amb qualsevol altre partit si la recompensa és bona. És com per pensar que estan infiltrades fins al moll de l’ós per les forces oposades a qualsevol vel·leïtat nacionalista.

El discurs recorrent –i en fase creixent- de la ciutadania fa referència a la deshonestedat dels polítics. El taxista, el de la botiga de la cantonada, l’industrial, el funcionari, el metge, tots. Si aquesta opinió es traduís en vots i es comptabilitzessin la vergonya seria aclaparadora, total i tristíssima.

És possible que l’ofici de polític –de polític professional- passi per hores baixes. Ara cobren menys, es senten més vigilats, disposen de menys cotxes de funció, s’han de pagar els àpats de representació i a sobre, pobrets, els mirem amb recança protegint al mateix temps la butxaca on duem la cartera. Han triomfat durant uns anys però l’alegria s’acaba. Els prenen les caixes, els bancs els defugen i ja no queda bé convidar-los a sopar o al casament de la nena.

Si la cosa segueix així potser sortirà gent que estimi la terra de debò, que es preocupi pel país i que doni la cara amb projectes que s’entenguin. Gent que expliqui les seves idees en lloc de riure de les idees i fets de l’adversari.

De tan en tant m’agrada imaginar-ho i fins i tot em veig fent cua per votar.


Pierre Roca

4.13.2011

Coches.

Los fabricantes de coches andan desorientados.

A pesar del continuo encarecimiento de los combustibles fósiles, de las cada vez más estrictas limitaciones de velocidad, del colapso de autopistas y carreteras y de las medidas disuasorias para el uso del coche particular en el centro de las ciudades, a pesar de todo ello la industria del automóvil, aparentemente ajena a la dirección del viento, sigue proponiendo vehículos que nacen anticuados por su propio concepto.

Los anuncios que se publican en prensa, los reportajes patrocinados en los medios audiovisuales y en general cuanta información se facilita al respecto ponen en evidencia la errática trayectoria de los fabricantes.

Hace un par de meses el potente grupo francés PSA –Peugeot y Citroën- anunciaba un coche de gama media –entre veinte mil y treinta mil euros- a golpe de página entera en los principales periódicos nacionales. El segundo párrafo de la publicidad hacía referencia a un aparato ambientador con varios olores disponibles, por lo visto más relevante para el departamento comercial y los publicistas que la potencia, el consumo, el tipo de combustible. La emisión de gases o las opciones de transmisión del vehículo. Fascinante.

Los intentos de vehículos híbridos son escasos y poco convincentes y el coche eléctrico, atado corto por el escollo aún no resuelto de la escasa capacidad de los acumuladores y la exagerada duración –no menos de cuatro horas- de la operación de recarga, sigue siendo una rareza testimonial. Los otros sistemas alternativos están aún en pañales.

Para salir del marasmo en el que se encuentra, la industria debe remover cimientos y dogmas y plantearse opciones que faciliten el acceso al vehículo y potencien alternativas.

Pienso por ejemplo en opciones de alquiler de vehículos eléctricos cuyos sistemas de acumulación se dispongan de forma que permita el rápido cambio de batería en estaciones de servicio. Fórmulas que propicien el uso a tiempo parcial y generen la cultura de usar determinados bienes sin que seamos sus propietarios.

En un mundo informatizado debería ser fácil usar el vehículo sin más trámite que introducir una tarjeta en la ranura correspondiente. El propietario –empresa filial del fabricante- sabría en todo momento donde se encuentra el vehículo –GPS- y quien lo conduce. Cuando la tarjeta en cuestión no está actualizada en cuanto a la contrapartida económica no se puede acceder al coche. Si esos vehículos tuviesen además un aspecto que los diferenciase de los demás y no pudiesen ser adquiridos –comprados- por otras empresas o particulares se limitarían en gran medida las posibilidades de robo o de uso fraudulento.

Diseñar e implementar medidas efectivas que nos permitan eludir la sumisión petrolera o al menos disminuir su impacto es tarea de todos, pero lo es especialmente de la potente industria automovilística. Hay que arrumbar las ideas preconcebidas, cambiar esquemas, inventar nuevas formas de negocio y hacer propuestas eficientes, valientes e ilusionantes.

Las reliquias al museo.


Pierre Roca