Veinticuatro horas después del escrutinio que ha declarado vencedor de las elecciones de domingo día veinte al Partido Popular liderado por el señor Mariano Rajoy.
Veinticuatro horas durante las cuales he leído y escuchado lamentos, soliloquios, pataletas y manifestaciones de tristeza, temor e incertidumbre e incluso algunas, las de peor tono, de desafío y bravuconada.
Veinticuatro horas a lo largo de las cuales he ido articulando mi propia opinión acerca de lo acontecido, que en el fondo y en la forma no es más que un episodio consecuente con el marco democrático en el que vivimos. En el que vivimos afortunadamente.
El partido perdedor no lo tuvo fácil, debatiéndose con mejor o peor suerte en un entorno económico francamente adverso. Las decisiones que se tomaron no fueron siempre las más acertadas y el país se despertó un buen día a bofetadas, saliendo a trompicones del dulce sueño de la opulencia para darse de bruces con la jodida realidad. Con un panorama así cualquier grupito de amigos hubiese parecido más creíble que el gobierno del señor Zapatero.
Sumen a eso la distancia entre las poltronas gubernamentales y la realidad, una distancia que amortigua el afilado dolor de la crisis de los ciudadanos de a pie y transmite a quien ocupa el mullido sillón unas percepciones romas, distorsionadas y deformadas por el factor tiempo, dando lugar a respuestas que a su vez cambian de forma e incluso de fondo en su viaje de retorno del poder al pueblo.
En este espeso contexto el Partido Popular se mantiene al acecho y saca tajada de cada punto negativo del Ibex, de cada unidad de la famosa prima de riesgo, de cada parado, de cada desgracia, de cada indignado.
¿Y el pueblo? El pueblo, una buena parte del pueblo sabe poco de siglas pero se deja seducir por los anuncios de la inmediata recuperación del bienestar perdido, de empleo, de créditos, hipotecas y otras gabelas que la derechona domina. Esa parte de pueblo olvida el partido al que votó y que ahora, según lo vé y lo entiende, le engaña, le recorta, le amenaza y erosiona día a día los puestos de trabajo y los salarios y las prestaciones y la sacrosanta jubilación.
Ha ganado el PP y ahora empiezan a ver de cerca el morlaco que les viene de frente. Don Mariano afirma que plantará cara y no se dejará mandar por Europa pero esta mañana el bicho, en un primer derrote, le ha arañado un porcentaje apreciable de valor bursátil. Un aviso. Chulerías las justas.
En cuanto a nosotros, a trabajar. A trabajar e inventar y salvar obstáculos y a no esperar de los que mandan nada que se parezca a la lotería. Nos salvaremos nosotros en un ejercicio de la responsabilidad individual al que este país está acostumbrado y saca a relucir cuando las circunstancias lo imponen.
Nos salvaremos saltando de piedra en piedra, improvisando y ajustándonos el cinturón según nos lo pidan el cuerpo y el bolsillo. Pasando de ensimismados a activos, aparcando los lamentos para las tertulias y olisqueando la oportunidad de ganar un euro.
No nos queda otra. El gobierno recién elegido durará los cuatro años de rigor o quizá menos si el poder de seducción del presidente Rajoy no hace mella en la sensibilidad teutona. O quizá más si finalizado el ciclo no hay alternativa con pies y cabeza.
Nosotros a lo nuestro. A trabajar y a quejarnos durante la pausa del bocadillo y a reducir gastos y a verlas pasar.
Nosotros, todos nosotros, a no perder punto.
Pierre Roca
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