11.14.2009

Inteligencia.

Uno de mis “maître-à-penser” es el conde Alexandre de Marenches.

Fallecido hace unos años, el general de Marenches fue director del espionaje francés entre los años 1970 y 1981, durante los gobiernos de Pompidou y Giscard d’Estaing, después de ser uno de los hombres en los que más confiaba de Gaulle durante y después de la última gran guerra.

Marenches pertenecía a la llamada nobleza rural francesa, desgraciadamente sin parangón en nuestras latitudes. Entendía la aristocracia –o cualquier otro privilegio que podamos recibir en el momento de nacer- cómo una condición que nos obliga a servir al colectivo, revirtiendo al mundo que nos rodea buena parte de los privilegios que el origen o el azar nos han deparado: cualidades intrínsecas, formación, principios, conocimientos. Haber tenido más suerte que la mayoría, afirmaba, no aumenta nuestros derechos pero incrementa nuestros deberes.

Eligió el servicio a su país a través de la milicia y su calidad humana lo llevó a responsabilidades en las que formación, la experiencia vital, el criterio y el sentido común eran determinantes.

Su trayectoria en los servicios de inteligencia de nuestro vecino del norte fue ejemplar. Lo que en sus tiempos se llamaba SDECE –Service de documentation extérieure et de contre-espionnage.- recibe hoy el nombre de DGSE –Direction genérale de la sécurité extérieure- y funciona con un modelo peculiar alejado de sus semejantes –CIA, MI5, etc.- del arco occidental.

Marenches definió objetivos, procedimientos y estrategias, sorteó los obstáculos propios del cargo, generalmente más numerosos entre las filas amigas que en el enemigo, y consiguió lo impensable: mantener el cargo bajo dos presidencias –y dos presidentes- distintos.

En los ámbitos gubernamentales franceses se utiliza la expresión coloquial “los servicios” al referirse a los distintos gabinetes de información que configuran la comunidad de la inteligencia francesa.

Después de Marenches los intereses galos hacia el exterior –lo que viene en llamarse espionaje- se aglutinaron en el ministerio de defensa bajo la denominación actual de DGSE, mientras el contraespionaje se convertía en apéndice del ministerio del interior bajo el nombre de DST –Direction de la sécurité du territoire- actuando al alimón cuando las circunstancias lo requieren con los “Renseignements généraux” –RG- con larga implantación en el hexágono y con otros organismos afines.

La DGSE es hoy un organismo que cuenta con un presupuesto propio de alrededor de los 450 millones de euros y una plantilla cercana a las 4.500 personas, dos tercios de las cuales son civiles.

Su organización, su origen, su tradición y su cartilla de servicios convierten el servicio francés en uno de los referentes de la profesión, con la ventaja añadida de una discreción envidiada por muchos de sus pares.

Pierre Roca