6.30.2010

Sindicatos

Sindicatos y patronal debaten durante semanas acerca de un llamado pacto laboral sin llegar a nada. El Gobierno toma el relevo y a la vista del fracaso de los interlocutores y de la urgencia ejerce sus funciones imponiendo un marco legal. Acto seguido los sindicatos amenazan con su arma predilecta, la huelga general.

La huelga no aportará nada al pacto nonato ni a la economía del país ni al tremendo índice de paro ni a nuestra imagen internacional pero esas pequeñeces no preocupan ni un tanto así a las pomposamente llamadas “centrales sindicales mayoritarias”. Léase CC.OO. y UGT.

Las dos centrales viven cómodamente a costa de las subvenciones millonarias que les otorga el Gobierno de turno y a pesar de la mínima afiliación, de su pésima imagen pública y de la escasa incidencia en los ámbitos empresariales y económicos, excepción hecha de algunos grandes colectivos profesionales.

El no inmediato a la decisión del ejecutivo y el recurso no menos inmediato a la amenaza callejera, revestida de huelga para la ocasión, responden más a la preocupación del mundo sindical por su manifiesta pérdida de capacidad de influencia y al fantasma que se perfila en el horizonte, en forma de recorte drástico de las prebendas oficiales.

Las centrales sindicales mantienen contra viento y marea el argumento del conflicto –supuestamente eterno desde su punto de vista- que opone los patrones y los empleados. En el esquema que manejan y agitan de modo apocalíptico, los patrones, todos ellos, son una raza a extinguir cuyo objetivo vital no es otro que la reducción a la esclavitud de los pobres empleados. Siguiendo con ese razonamiento los empleados son seres de mirada diáfana incapaces de faltar al tajo sin causa justificada, al margen de cualquier culpa o responsabilidad cuando las cosas van mal y desde luego sometidos a los malintencionados designios de la patronal.

No se mencionan nunca datos como la productividad, como la responsabilidad colectiva y personal, como la solidaridad con la empresa para aunar esfuerzos, ideas y energía dejando la desconfianza “de clase” en el vestuario.

Se prefiere mantener contra viento y marea la idea decimonónica de la lucha de clases, el enfrentamiento permanente como norma de convivencia y los palos en las ruedas empresariales para conminar así al empresario –sea multinacional, pyme o autónomo con uno, dos o tres trabajadores- a aceptar lo impuesto por el sindicato.

En el fondo e incluso en la forma todos somos empresarios. Unos fabrican automóviles, tienen centros de producción en varios países y varios miles de trabajadores –lo que les lleva a soportar el sambenito de malos de solemnidad- otros un pequeño supermercado de barrio con cinco o seis empleados y la gran mayoría alguna habilidad, profesión, oficio o característica que pone a disposición del mejor postor en un gesto esencialmente parecido al del empresario según lo entendemos habitualmente.

Usted propone automóviles a sus clientes, yo propongo mi experiencia como limpiador de pavimentos a los míos. No somos tan diferentes excepto en las dimensiones de la empresa.

Usted desea crecer y yo mismo igual. Otra cosa es conseguirlo.


Pierre Roca

6.09.2010

Imaginación


La década que hemos abordado es exigente en lo que respecta a la capacidad de imaginar nuevos escenarios, nuevas estrategias y nuevas formas de avanzar.

La exigencia nos concierne a todos pero muy especialmente a los que detentamos algún tipo de responsabilidad privada o pública. A mayor responsabilidad, mayor exigencia.

La ineludible necesidad de ahorrar, conviviendo con un riguroso control de las inversiones y del gasto, constituye una excelente oportunidad para desarrollar nuevas fórmulas que permitan a los individuos, las familias, las empresas y la Administración seguir desarrollándose sin recurrir a los cuantiosos recursos que hace tan solo tres años nos parecían normales.

Las administraciones locales, a modo de ejemplo, deben aprovechar la nueva realidad para iniciar proyectos novedosos, mejorar aspectos del funcionamiento ciudadano, de la movilidad, de la relación de los habitantes con la urbe, de la limpieza y de las condiciones de habitabilidad de cada núcleo. Todo ello sin el consabido recurso a la deuda, que hasta hace poco daba pié a que aglomeraciones de cualquier tamaño se planteasen obras faraónicas y encargasen los respectivos proyectos a las estrellas de la arquitectura planetaria.

El recurso habitual, el dinero, ha de convertirse en imaginación, creatividad, ingenio y formas de diseñar el porvenir que teníamos arrinconadas detrás de una facilidad más aparente que real. El bache por el que deambulamos propicia el aporte de talento y de conocimiento, la generación de ideas, la profundización en ellas, la reflexión y en consecuencia la innovación.

La alternativa asusta: si nadie hace nada esperando el regreso de lo vivido –algo ciertamente improbable- y que el dinero fluya de nuevo como en los aún recientes tiempos de la abundancia, el desastre estará servido en forma de ralentización, de desánimo, de desmoronamiento de las estructuras y de las convicciones, de cierres y dimisiones y abandonos y huidas.

Hora de replantear, de repensar, de cuestionar y de proponer.

Un buen ejemplo puede ser el baño de la casa que habíamos previsto remodelar, tomando por modelo lo visto en distintas revistas de decoración a pesar de su elevado coste. En lugar de dejarlo para un después del que no sabemos nada hay que replantearse la obra, sustituyendo algunos materiales por ingenio y por aportes personales, eludiendo las piezas más caras, incorporando humor al diseño e intentando aprovechar los elementos que puedan serlo.

El ejemplo mantiene su vigencia aplicado a la Administración. Es momento de repensar las inversiones sin por ello paralizar la actividad.

Imaginación al abordar problemas y al arbitrar soluciones, ingenio al implementarlas, voluntad de investigar, de probar, de ensayar, de arriesgar utilizando para ello nuevos parámetros. Avanzar.

Dejar atrás la añoranza por lo vivido, acoger con ilusión lo presente y lo futuro. Adaptarnos, asumir nuestra parte alícuota de responsabilidad, trabajar con nuevas herramientas, incorporar la curiosidad a nuestro día a día.

Exigir a quien nos dirige o administra máximas dosis de responsabilidad, de implicación, de visión de futuro, de liderazgo y de contacto permanente con la realidad.

Exigimos calidad humana. Medianías abstenerse.


Pierre Roca

6.02.2010

Interrelación

Stratfor es una empresa dedicada a la prospectiva geoestratégica que goza de creciente prestigio internacional.

Cuando se accede a la documentación que facilita y se echa una ojeada al listado de productos que propone se advierte que además de la mencionada prospectiva figuran campos que ponen de relieve el interés de la empresa y de sus clientes por las cuestiones relacionadas con la inteligencia –servicios, medios, estrategias- y por la íntima relación de todo ello con la economía a nivel planetario, las migraciones, los estados y las decisiones, acertadas o no, de sus dirigentes. La riqueza, la pobreza, las hambrunas o los crecimientos meteóricos.

Los investigadores de la casa analizan noticias de interés aparentemente local y otras de interés planetario, comparan, aquilatan, extrapolan, debaten y sirven a su dilecta clientela datos, tendencias y parámetros que les ayudarán a tomar decisiones en sus respectivos ámbitos de actuación. Lo mismo un proyecto de implantación que la seguridad del mundial de fútbol. Lo mismo un retoque de la hacienda pública que un cambio de imagen de las fuerzas armadas. Lo mismo el lanzamiento mundial de una solución informática que un proyecto urbanístico.

Los informes de la consultora sorprenden por la crudeza del lenguaje empleado, inspirado directamente por Georges Friedman, fundador y actual presidente de Stratfor, hombre poco dado a los matices lingüísticos y alejado del eufemismo y de los rodeos que parecen de rigor en este lado del Atlántico.

El pensamiento geopolítico del señor Friedman recuerda el del general De Gaulle y de algunos de sus discípulos más directos y pone de relieve una vez más la íntima e incuestionable interrelación de cuanto acontece en el mundo. En cualquier lugar, en cualquier ámbito, a cualquier época. Atravesamos por cierto un excelente momento para percibirlo.

El estornudo de un alto funcionario sacude las finanzas mundiales, el dictamen de un gabinete de estudios altera los resultados de grandes corporaciones, el griterío de dos mil manifestantes afecta la credibilidad de un gobierno y un escape de nafta, que no debería ser mucho más que un problema de fontanería, amenaza el gobierno del mismísimo gigante americano.

Mientras, por estos pagos se siguen observando los altibajos de la economía según el color del cristal ideológico y sin prestar atención al mapa geoestratégico mundial en una actitud poco realista, cargada de voluntarismo y desde luego engañosa además de inútil.

Una actitud de prepotencia y desdén emparentada por vía directa con la ignorancia.

Los responsables políticos de la administración estatal española –por referirnos a nuestro caso concreto- y los de la oposición deberían dar muestras fehacientes de su implicación real en la solución de los problemas que nos oprimen, de capacidad de comunicación para trasladar y dar a entender acciones, gestos y ademanes y de patriotismo –una palabra con la que siguen llenándose la boca- para anteponer el devenir del país al “diktat” de los ideólogos del partido.

Limitar el ángulo de visión a lo que abarca la vista de esos personajes parece ser el proceder habitual del colectivo político que nos aflige. Se supeditan a la especulación electoral, prefieren la muerte del paciente a su salvación para evidenciar así los errores del oponente y se juegan el porvenir de una o dos generaciones a cambio de victorias pírricas y de contrapartidas de alto riesgo.

Es fascinante y a la vez inquietante que ninguno de los dos principales partidos tenga entre sus filas quien aconseje, más allá del libro de estilo del colectivo. Quien ilumine, quien muestre mapas, quien imparta lecciones de honestidad, de responsabilidad, de ética y de buen hacer. Quien los saque a pasear por el ancho mundo.

Quien les enseñe el oficio de servir a todos y cada uno de los ciudadanos.


Pierre Roca