La década que hemos abordado es exigente en lo que respecta a la capacidad de imaginar nuevos escenarios, nuevas estrategias y nuevas formas de avanzar.
La exigencia nos concierne a todos pero muy especialmente a los que detentamos algún tipo de responsabilidad privada o pública. A mayor responsabilidad, mayor exigencia.
La ineludible necesidad de ahorrar, conviviendo con un riguroso control de las inversiones y del gasto, constituye una excelente oportunidad para desarrollar nuevas fórmulas que permitan a los individuos, las familias, las empresas y la Administración seguir desarrollándose sin recurrir a los cuantiosos recursos que hace tan solo tres años nos parecían normales.
Las administraciones locales, a modo de ejemplo, deben aprovechar la nueva realidad para iniciar proyectos novedosos, mejorar aspectos del funcionamiento ciudadano, de la movilidad, de la relación de los habitantes con la urbe, de la limpieza y de las condiciones de habitabilidad de cada núcleo. Todo ello sin el consabido recurso a la deuda, que hasta hace poco daba pié a que aglomeraciones de cualquier tamaño se planteasen obras faraónicas y encargasen los respectivos proyectos a las estrellas de la arquitectura planetaria.
El recurso habitual, el dinero, ha de convertirse en imaginación, creatividad, ingenio y formas de diseñar el porvenir que teníamos arrinconadas detrás de una facilidad más aparente que real. El bache por el que deambulamos propicia el aporte de talento y de conocimiento, la generación de ideas, la profundización en ellas, la reflexión y en consecuencia la innovación.
La alternativa asusta: si nadie hace nada esperando el regreso de lo vivido –algo ciertamente improbable- y que el dinero fluya de nuevo como en los aún recientes tiempos de la abundancia, el desastre estará servido en forma de ralentización, de desánimo, de desmoronamiento de las estructuras y de las convicciones, de cierres y dimisiones y abandonos y huidas.
Hora de replantear, de repensar, de cuestionar y de proponer.
Un buen ejemplo puede ser el baño de la casa que habíamos previsto remodelar, tomando por modelo lo visto en distintas revistas de decoración a pesar de su elevado coste. En lugar de dejarlo para un después del que no sabemos nada hay que replantearse la obra, sustituyendo algunos materiales por ingenio y por aportes personales, eludiendo las piezas más caras, incorporando humor al diseño e intentando aprovechar los elementos que puedan serlo.
El ejemplo mantiene su vigencia aplicado a la Administración. Es momento de repensar las inversiones sin por ello paralizar la actividad.
Imaginación al abordar problemas y al arbitrar soluciones, ingenio al implementarlas, voluntad de investigar, de probar, de ensayar, de arriesgar utilizando para ello nuevos parámetros. Avanzar.
Dejar atrás la añoranza por lo vivido, acoger con ilusión lo presente y lo futuro. Adaptarnos, asumir nuestra parte alícuota de responsabilidad, trabajar con nuevas herramientas, incorporar la curiosidad a nuestro día a día.
Exigir a quien nos dirige o administra máximas dosis de responsabilidad, de implicación, de visión de futuro, de liderazgo y de contacto permanente con la realidad.
Exigimos calidad humana. Medianías abstenerse.
Pierre Roca
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