Hoy al mediodía ha empezado la primavera.
Además de eso he escrito no sé cuantas páginas para la memoria de un
proyecto y el resultado ha sido el previsible: la memoria de un proyecto.
He hablado con un cliente alemán para intentar entender lo que me pide, he
comprado un pollo y medio, he cocinado el medio y he aprovechado el jugo,
alargándolo, para convertirlo en una salsa con la que amenizaré cualquier día
de estos un plato de pasta.
He comido un buen potaje de garbanzos con espinacas en el bar de la
esquina. Lástima que el segundo plato, un revuelto, no estuviese a la misma
altura. Ni el postre, uno de esos helados de corte que no saben a nada.
Anoche, por cierto, en un programa de radio nocturno, un camionero dijo que
venía de Hungría, de cargar helados para “la Frigo”. Mi helado de hoy debía ser
de esos.
El vino que me han dado en ese bar era realmente malo. Me lo han servido en
una ostentosa botella de whisky reciclada. El patrón me ha asegurado que era un
priorat. Realmente malo, aunque peor ha sido tener que aguantar el concurso de
los mediodías de Antena 3. Creo que no volveré a ese lugar.
He comprado ajos a granel, tres cabezas. Y unos cuantos tomates para el
guiso del medio pollo.
No he podido hacer la siesta, me ha venido a ver un colaborador para hablar
del proyecto para el cual he escrito la memoria y he escrito mis comentarios
diarios en Facebook para los restaurantes que me confían su comunicación “on
line”. He convocado al personal para un itinerario gastronómico que tendrá lugar
pasado mañana y he cenado dos muslos de pollo de pie en la cocina, escuchando
las noticias en la cadena SER. ¿Se han fijado que determinadas emisoras se
pasan el día dando las mismas noticias desde la mañana?
Mi amigo Pancho me ha escrito desde Gaillac. Regresa de pasar tres días en
el convento en el que vive su gurú, un monje muy sabio, me asegura, de
noventa años.
“Anda dos horas al día, es lúcido, atiende consultas de gente muy
importante que llega al convento en helicóptero, cocina de maravilla y da
masajes a bellas mujeres que vienen de lejos.” Le digo a Pancho que tengo ganas
de conocer al personaje.
He descubierto una casa preciosa en alquiler pero con lo que gano ahora no
me llega. He descubierto otras dos casas, no pisos, cuyo alquiler podría pagar,
pero me gustan mucho menos.
He escrito un correo celebrando la primavera a mi hija Isabel, la que estudia en Sudáfrica
hasta el mes de julio.
Mientras roía y chupaba los huesos de los dos muslos de pollo –me han
salido francamente buenos, gracias- la afamada radiofonista de turno convertía
el extravío de los negativos de un fotógrafo especializado en retratar
escritores –hay gente para todo- en una especie de drama radiofónico.
Entrevista al personaje, con dramáticas pausas silenciosas, declaraciones alambicadas de literatos retratados por él,
anécdotas insulsas y emoción exagerada. ¿A quien coño le importan los negativos
de las fotos de unos tipos a los que casi nadie conoce?
Lo divertido de la noticia es que el extravío no se ha producido en la
caótica España ni en Grecia ni en Chipre. Ni en Italia. Las fotos, o mejor
dicho, los negativos, se han perdido durante una mudanza en la sede del
prestigioso y muy serio “Le Monde”, en París. Es posible, la noticia no lo
dice, que el empleado de la empresa de mudanzas fuese oriundo de alguno de esos
países. Con esa gente nunca se sabe, amigos.
Europa no es lo que fue.
Pierre Roca
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