3.20.2013

Primavera.


Hoy al mediodía ha empezado la primavera.

Además de eso he escrito no sé cuantas páginas para la memoria de un proyecto y el resultado ha sido el previsible: la memoria de un proyecto.

He hablado con un cliente alemán para intentar entender lo que me pide, he comprado un pollo y medio, he cocinado el medio y he aprovechado el jugo, alargándolo, para convertirlo en una salsa con la que amenizaré cualquier día de estos un plato de pasta.

He comido un buen potaje de garbanzos con espinacas en el bar de la esquina. Lástima que el segundo plato, un revuelto, no estuviese a la misma altura. Ni el postre, uno de esos helados de corte que no saben a nada.

Anoche, por cierto, en un programa de radio nocturno, un camionero dijo que venía de Hungría, de cargar helados para “la Frigo”. Mi helado de hoy debía ser de esos.

El vino que me han dado en ese bar era realmente malo. Me lo han servido en una ostentosa botella de whisky reciclada. El patrón me ha asegurado que era un priorat. Realmente malo, aunque peor ha sido tener que aguantar el concurso de los mediodías de Antena 3. Creo que no volveré a ese lugar.

He comprado ajos a granel, tres cabezas. Y unos cuantos tomates para el guiso del medio pollo.

No he podido hacer la siesta, me ha venido a ver un colaborador para hablar del proyecto para el cual he escrito la memoria y he escrito mis comentarios diarios en Facebook para los restaurantes que me confían su comunicación “on line”. He convocado al personal para un itinerario gastronómico que tendrá lugar pasado mañana y he cenado dos muslos de pollo de pie en la cocina, escuchando las noticias en la cadena SER. ¿Se han fijado que determinadas emisoras se pasan el día dando las mismas noticias desde la mañana?

Mi amigo Pancho me ha escrito desde Gaillac. Regresa de pasar tres días en el convento en el que vive su gurú, un monje muy sabio, me asegura, de noventa años.

“Anda dos horas al día, es lúcido, atiende consultas de gente muy importante que llega al convento en helicóptero, cocina de maravilla y da masajes a bellas mujeres que vienen de lejos.” Le digo a Pancho que tengo ganas de conocer al personaje.

He descubierto una casa preciosa en alquiler pero con lo que gano ahora no me llega. He descubierto otras dos casas, no pisos, cuyo alquiler podría pagar, pero me gustan mucho menos.

He escrito un correo celebrando la primavera a  mi hija Isabel, la que estudia en Sudáfrica hasta el mes de julio.

Mientras roía y chupaba los huesos de los dos muslos de pollo –me han salido francamente buenos, gracias- la afamada radiofonista de turno convertía el extravío de los negativos de un fotógrafo especializado en retratar escritores –hay gente para todo- en una especie de drama radiofónico. Entrevista al personaje, con dramáticas pausas silenciosas, declaraciones alambicadas de literatos retratados por él, anécdotas insulsas y emoción exagerada. ¿A quien coño le importan los negativos de las fotos de unos tipos a los que casi nadie conoce?

Lo divertido de la noticia es que el extravío no se ha producido en la caótica España ni en Grecia ni en Chipre. Ni en Italia. Las fotos, o mejor dicho, los negativos, se han perdido durante una mudanza en la sede del prestigioso y muy serio “Le Monde”, en París. Es posible, la noticia no lo dice, que el empleado de la empresa de mudanzas fuese oriundo de alguno de esos países. Con esa gente nunca se sabe, amigos.

Europa no es lo que fue.


Pierre Roca