El creador Fernando Salas –diseñador, arquitecto, fotógrafo y otras
disciplinas- expone en la galería Alejandro Sales algunas de sus muchas
fotografías taurinas.
Bajo el nombre sonoro de “Torografías” muestra un trabajo de varios años en
el que se mezcla el documento de raíz periodística, la estética y la singular
sensibilidad del autor, hombre aficionado a los toros y a cuanto los rodea
desde su más tierna infancia.
Sobrecoge la precisión de la mirada del artista, expresada con una técnica
depurada y extremadamente exigente que convierte cada fotografía en un portento
en el que ha volcado toda su capacidad de transmitir, que no es poca.
Conozco al señor Salas desde hace años y me consta su rigor a la hora de
presentar los trabajos que lleva a cabo en cualquiera de los campos que he
mencionado al principio.
Me consta asimismo su honestidad y el tesón con el que desarrolla cada
proyecto, volcando en él cuanto sabe, pero sobre todo cuanto siente y
transmite. Como transmiten algunos toros de los que los taurinos, especie
vigente, viva y coleando, pueden hablar durante horas, justificando cada
palabra, cada recuerdo y cada parcela de sentimiento con un lenguaje gestual
que para sí querrían no pocos profesionales de la danza.
Las fotografías de don Fernando Salas comunican verdades como puños y lo
hacen con una honestidad poco usual que se nos cuela de rondón en el alma,
emparejada con las emociones, mientras la muleta visual del maestro nos hace
pasar por donde corresponde.
Preciosas imágenes de una modernidad indiscutible que aparece de la mano
del clasicismo formal y hondo del artista. Vivas, con el aliento del bicho, del
oficiante y del respetable. Todos a una.
Las once fotografías de la exposición, que podrían haber ilustrado
cualquier escrito culto sobre la fiesta, son otros tantos instantes, otros
tantos momentos del drama, entre el duelo y el baile, entre el desgarro y el
olé, del torero y la bestia. Momentos en los que la importancia de lo que está
en juego no puede dejar a nadie al margen de las emociones.
La expresión del matador Padilla, en su reaparición después de la
espeluznante cogida que lo llevó a perder un ojo, armado de dos banderillas y
citando al toro.
La fotografía, encuadrada de forma que solo nos permite ver la postura de
dos toreros en actitud de espera y otra, del diestro Antonio Ferreras, que se
me antoja desgarradora, en la plaza de Olivenza.
Las tres son muestras fehacientes de la mirada de un fotógrafo de excepción
cuyo respeto por los que nos limitamos a observar llega hasta la perfección de
los encuadres, la calidad de los contrastes y de las gamas de grises y su
propia intención, nunca inocente, al igual que la vida, a la hora de captar
momentos, luces e instantes que nos alejan de la vulgaridad, nos hacen mejores
y permanecen en la memoria. Imágenes vivas, dolientes, dotadas de una
intensidad rara.
Espacios de tiempo privilegiados que recomiendo degustar a solas o muy bien
acompañados. Dejando que las emociones, todas ellas, nos sacudan y lleven a la
superficie lo mejor de cada uno de nosotros.
La esencia, dejando lo superfluo atrás.
Pierre Roca
“Torografías” Fernando Salas
Galería Alejandro Sales
Julià Romea, 16
Barcelona
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