Con la
gente y los medios es de mucha utilidad saber como y con quien se relacionan,
quien les da de comer y quien ejerce de mentor en la sombra.
De ahí que
el tono general de la edición de hoy, domingo treinta y uno de agosto del dos
mil catorce, del diario La Vanguardia suene a retirada, a despedida y cierre y
a resignación ante la perspectiva del llamado por algunos “problema catalán” y
por otros, entre los que me cuento, “solució catalana”.
El
editorial del periódico reseñado no lo firma esta vez Marius Carol, su flamante
director, delegando en una de las firmas de la casa, y no me vengan ahora con
aquello de las vacaciones. En esta época digital uno puede relajarse en las
Maldivas y escribir a la vez y desde el porche del “bungalow” un artículo de
relevancia que marca un punto de inflexión en la reciente y pertinaz deriva
unionista del diario del conde de Godó.
La firma en
cuestión, una dama, da a entender que el “daltabaix” es ineludible por la
firmeza de unos y la incapacidad de otros. Por la indignación y la convicción
de todo un pueblo y la escasa visión de futuro y la incapacidad de imaginar de
un gobierno, el que mora en los madriles,
que no deja de repetir hasta el hastío tópicos y conceptos de manual con
escasa o nula incidencia en la realidad del estado que dice administrar y
concretamente de su flanco del noreste.
Si La
Vanguardia arria las velas hasta ahora hinchadas por el viento que llegaba de
Madrid es que las señales, todas las señales, llegan cargadas de otros augurios
y que la dirección del medio, que no deja de ser un negocio familiar, entiende
que de seguir en su línea de los últimos meses las cosas, y sobre todo los
números, irán de mal en peor.
Para
redondear y consolidar lo apuntado el ejemplar de hoy incluye un amplio reportaje-encuesta
en el que se hace gala de neutralidad ante los datos que en él se exponen y que
no reman a favor de las tesis españolistas.
Cierto que
también se publica un texto del señor Puigverd en clave pesimista para los que
esperamos el cambio de aires del 9-N, pero la sensación, finalizada la lectura
de lo que viene a ser el tuétano de la publicación de hoy, es que la línea
editorial ha iniciado un cambio sutil, discreto e imparable, adaptándose como
una segunda piel a los distintos barómetros de la actualidad y recobrando el
rumbo neutral, sensato y “assenyat”
-calificativo que viene de “seny”, sentido común- que ha distinguido
durante años al prestigioso rotativo barcelonés.
Ahora mismo
ardo en deseos de tener a mano el número de mañana lunes y el del martes y el
de los días sucesivos, por si LV aporta más datos que además de confirmar lo
percibido hoy nos revelen el nuevo talante de sus fuentes capitalinas.
Destellos que nos iluminen, marcando alguna evolución de las conocidas tesis
del gobierno que se limitan hasta ahora a un no generalizado a cualquier
propuesta de cambio, de diálogo o de avance en el sentido de desahogar un país
que es el mío, Catalunya, harto de incumplimientos, de humillaciones y de
ninguneo.
Al tiempo,
que el día D se acerca.
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