El
“Emmenthal” es un queso pero no voy a hablar de los quesos.
Lo
elemental para dotarse de un cierto prestigio intelectual en el entorno de
ilusión-crisis-amenazas que vivimos en Catalunya, lo básico, el paso anterior a
la impresión de tarjetas de visita en las que figure la condición de politólogo
del sujeto activo, es hacer acopio de los escritos, tesis, opúsculos, artículos
y libros de los que están a favor y de los que están en contra.
Almacenado
tamaño acervo de forma que su manipulación sea sencilla hay que decidir si
estamos a favor o en contra.
¿Soy
independentista? ¿Soy al contrario partidario de la España única, grande y
libre?
Dirimido el
debate íntimo y tomada la decisión no nos queda más que pontificar, sentar
cátedra y revestirnos de la apariencia, los hábitos y los modales del que sabe,
del que está en posesión de la verdad y sonríe con estudiada displicencia ante
cualquier argumento contrario. Argumento que rebatirá recurriendo a los suyos
–a los libros, artículos y citas que ha acumulado como paso iniciático hacia la
gran decisión- con citas que irán en la dirección adecuada.
Por esta
razón se ha hecho tan sumamente aburrida la lectura de la prensa, o más
concretamente de los artículos llamados de fondo y firmados por supuestos
sabios de una u otra tendencia o por periodistas de edad crepuscular.
Citan con
machacona insistencia las tesis que les conviene, eludiendo sin pudor otras
tesis, no menos razonadas y firmadas por individuos no menos sabios que las
fuentes del articulista de turno.
Todos
tienen su razón, nadie tiene la razón.
El mecanismo,
usado desde la noche de los tiempos, es dúctil y se adapta a todo. Prueben y
verán. Este plato es mejor que el otro, dicen unos, mientras los otros afirman
que no es más que bazofia.
Esta
solución arquitectónica es más lógica, arguye su autor, mientras que el
estudiante imberbe intenta rebatirla después de haber consultado sus propios
maestros, que no son otros que los que detestan ese tipo de construcciones.
Una
delicia. Para este viaje, pensamos, no hacen falta alforjas. Ni viaje, añado.
No se necesita más que la vida suficientemente vivida y despojada de las
urgencias, de los oráculos y de los cantamañanas. De los egos, de la necesidad
angustiosa de poseer la razón pura.
Detesto los
agoreros –oráculos malignos y destructivos que solo anuncian el mal y la
miseria- y detesto los iluminados, los que se mueven por razones de las que están,
dicen, en el mismísimo origen.
Unos y
otros son excrecencias de la humanidad. Seres miserables y acobardados que se
hacen un lugar al sol a base de repetir hasta la suciedad, con u, sus
buenas-malas nuevas.
A base de
repartir sus propias heces, a base de contaminar, de fastidiar y de incordiar.
De inquietar.
Que Dios
los lleve a su santo seno.
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